De patas chungas, ojos trasplantados, toses, herpes y mocos...

En estos tiempos que corren, en los que las enfermedades, los accidentes, las operaciones, las rupturas sentimentales y los cuernos nos acechan en cada esquina y en previsión de que esto vaya a peor, se nos ha ocurrido hacer este punto de encuentro, donde recurrir cuando alguien quiera saber, qué tal el ojo de Emilio o la pata de Juan, qué está repellando Mª Jesús, cómo van los mocos de la Larga, la receta del pastel que llevó la Rubita o la Inma a la última comilona o por dónde anda el Sae con la bici.

Advertencia:

La entrada en este blog no exime de la responsabilidad de ir todos los jueves al Rinconcito

23 noviembre 2008

Tareita para el día 29.

Hola a todos!
Tras intentos infructuosos de encontrar "El partido de Reyes" y viendo que se echa el tiempo encima, Luis se ha decidido por este cuento. Imagino que muchos de los jartibles lo conocerán pero es un gusto volverlo a leer y después comentarlo.

EL ELEFANTE ENCADENADO.

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los
circos eran los animales. También a mí como a otros, me
llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia
despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su
actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a
una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un
minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y
aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal
capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad,
arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 ó 6 años yo todavía confiaba en la sabiduría de los
grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por
el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se
escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está
amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna
respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la
estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se
habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que, por suerte
para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca
parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño
recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el
elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su
esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que
se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y
al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y
poderoso que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO
PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia
que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a
cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba
su fuerza otra vez...

Chin Pon!
Breve pero intenso.
!A pensar Jartibles!

* Añadido:
Si lo queréis descargar en formato pdf pulsa aquí

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